jueves, 16 de diciembre de 2010

Anita la tamalera ha dado en ser diputada (4/4)

Carta primera a El Pensador Mexicano  (Continuación)
"Pero ya se ve, el Congreso no debe ser concilio, y así no podrán tocarse en él unas materias que son tan extrañas de la legislación civil. Más propias son de él, sin comparación, otras que los diputados han echado en un total, y no sé si voluntario olvido, las que ciertamente permanecerán en él si los sucesores son clérigos. ¿Cuánto provecho no resultaría a toda la nación, si con una sencilla, pero vigorosa ley, se taparan los tres portillos que siempre han estado abiertos, para ir dejando salir imperceptiblemente la sangre de nuestro comercio, que es la moneda? ¿Quién ha averiguado hasta ahora, o cuándo ha sabido el público, ni aun el gobierno, a cuánto ascienden las sumas que los frailes hacen salir de la República a países extranjeros y enemigos nuestros, con los piadosos pretextos de la custodia de los santos lugares, de la redención de los cautivos, y de los regalos que se hacen a los generales de las órdenes religiosas? ¿Qué obligación tiene la América de dar ni un real para semejantes objetos? ¿Ni qué seguridad de que lo que da se invierta fielmente en su destino, y no se emplee en fomento de vicios y maldades? Nosotros no tenemos la culpa de que Dios haya criado y prosperado a los turcos o moros en la Palestina, posponiendo a los cristianos en el goce de ese santo país; ni hemos visto jamás, en tres centurias, ni siquiera un cautivo libertado con las talegas de pesos que hemos visto salir con ese fin; ni nos importa un bledo el que los jefes principales de las religiones vivan en el lujo, y tengan o no con qué fomentar una abundancia de príncipes. Es por cierto especioso el pretexto conque se sostiene la socaliña de las limosnas para los santos lugares; pero en realidad es un engaño de las personas piadosas, y no sé si diga una estucia delos bribones, porque dicen que estas limosnas se dan para estorbar, por medio de los frailes residentes en Palestina, que los turcos ultrajen los lugares sacrosantos de nuestra redención; pero no ven que ése es puntualmente un modo eficaz y directo de que el ultraje se perpetre y perpetúe. Si no se les diese ningún dinero, a los turcos, ellos harían lo que quisieran de los santos lugares; los profanarían  destinándolos a usos públicos o privados, o los dejarían arruinarse; pero no los profanarían, como en efecto los profanan, valiéndose de ellos para estafar el dinero de los cristianos. Por ventura ¿no sería una profanación sacrílega de un vaso sagrado, el sacarlo por las calles gritando al pueblo que si no se diera al que lo portaba tanta cantidad, se serviría de él como vaso de inmundicia? Pues no hay más que aplicar el ejemplito: dando limosna al atrevido que hoy la exigiera, se impediría la ejecución del ultraje; pero no el conato de hacerlo; y este conato nadie puede negar que sea un ultraje, y ultraje que ninguno, ciertamente, haría si estuviera cierto de que nadie le daría una blanca aunque amenazara con su ejecución. Finalmente, es trastornar las ideas de caridad, que nos enseña el Evangelio, dar limosnas para sostener los lugares de Jusea, que no son más sagrados que nuestros templos materiales, dejando, al mismo tiempo, perecer en la miseria a tantos templos vivos de Diops, cuantos son los infelices famélicos que pueblan nuestro Continente, y que forman casi una cuarta parte de su censo.
"¿Ve usted cómo sé hablar, señor Presidente? Pues mejor lo hiciera en una Cámara. Cuando era más muchacha, pnsaba que para ser legislador era necesario el estudio de las leyes, pues el que no es zapatero nunca hará buenos zapatos; mas ahora que he visto que indistintamente son legisladoes los abogados, clérigos, médicos, militares, comerciantes, artesanos y labradores, me confirmo en que no hay oficio más fácil que el de diputado, y creo que apenas prestan el juramento los destinados a serlo, cuando se les infunden todas las ciencias de un golpe.
"Conque así, tatita, escriba usted por Dios, para que nos habiliten a las mujeres, a ver si saco alguna tajada en la nueva legislatura. Así Dios lo ayude en cuanto mano ponga. No me deje usted de contestar, pues aunque soy tamalera, soy mujer y debo merecerle alguna consideración. Entre tanto, usted mande como guste a su afectísima, que lo estima. Anita la Tamalera".

México, septiembre 5 de 1826
Ya el público ve cuánto me compromete esta maldita muchacha. Es necesario contestarle, y como es regular que continúe sus cartas, he designado ésta con el número de primera.
El Pensador.

[Tomado de José Jaquín Fernández de Lizardi, Obras XIII. Folletos (1824-1827), recopilación de M. R. Palazón Mayoral e I. I. Fernández Arias. UNAM, 1995. Pueden ojearlo aquí]

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Anita la tamalera ha dado en ser diputada (3/4)

Carta primera a El Pensador Mexicano  (Continuación)
"Dicen por ahí los herejes que para ser cristianos y salvarse no se necesita depender de Roma, y lo prueban conque, en los primeros siglos de la Iglesia, cada obispo era pontífice de la suya sin dependencia del papa, y se salvaban los cristianos; y hubo santos canonizados, pues que los obispos canonizaban cuantos querían; pero digo que más que, sí, más que sea cierto que pueden los hombres ser cristianos y salvarse sin la bendición apostólica de su santidad, como de hecho se han salvado sin ella, lo que importa es que dependamos del papa y que le vivamos sujetos, no sólo espiritualmente como a pastor universal, sino como a nuestro monarca y soberano temporal; quizá por esto otro padrecito propuso que le diéramos a su beatitud cien mil pesos anuales. Esto es una friolera, atendida la opulencia de la actual República, su comercio abierto, sus pocos gravámenes, el gran mérito que tiene contraído con nosotros el santo padre con no reconocer nuestra Independencuia, y el que probablemente secundarña con desechar el concordato que se le presene; pero con todo eso, yo deseara que se le dieran cien mil pesos mensuales, que es bien poco para los gastos y lujo que tiene que impender su santidad, el sacro colegio, la curia romana, etcétera, etcétera, etcétera.
"Si me preguntasen que ¿por qué siendo republicanos libres, hemos de sujetarnos a ser vasallos feudatarios de su santidad? Diría que por fanáticos e ignorantes, porque no sabemos distinguir al papa rey del papa pastor, porque creemos todavía que el cielo se compra con dinero, y que el papa, los obispos, clérigos y frailes tienen el cielo en arrendamiento para vendernos la entrada como los empresarios las entradas de sus coliseos.
"Esto respondería yo como una pobre tamalera; mas me condenarían al último desprecio los padrecitos diputados y senadores, intolerantes, antimasones y obsequiadores del papa.
"VEa usted, y ¡qué buenos salen los clérigos de Dios en los congresos políticos de los hombres! Parece natural que se hubiese tratado por los ministros del santuario sobre indulgencias, simonías, excomuniones, bendiciones papales y otras cosas puramente espirituales, pùes que su autoridad no se extiende a más.

[Tomado de José Jaquín Fernández de Lizardi, Obras XIII. Folletos (1824-1827), recopilación de M. R. Palazón Mayoral e I. I. Fernández Arias. UNAM, 1995. Pueden ojearlo aquí]

martes, 14 de diciembre de 2010

Anita la tamalera ha dado en ser diputada (2/4)

Carta primera a El Pensador Mexicano  (Continuación)
"Por ahí dicen que fuera de esta capital se han perdido las elecciones de parte de los yorquinos o liberales, y que se han ganado por fanáticos; que la legislatura venidera se compondrá de una chusma de clérigos, que será una gloria, y que entonces sí que se harán unas leyes más oportunas para fanatizar al pueblo, hacerle odioso el sistema, y quién sabe qué más... Pues, yo no lo digo, sino que refiero lo que dice la gente.
"Mas creo que esos temores son infundados, porque yo no he visto mejores leyes ni proposiciones que las dictadas por los padres. ¿Qué ley más hermosa, ni que acredite mejor nuestro catolicismo, ilustración, filantropía y amor a Roma, sino la que consta por el artículo 3º de nuestra sabia Constitución? ¿Habrá gloria en el mundo como ser intolerantes por principios? ¿Qué importa que las naciones nos tengan por hotentotes, supersticiosos y fanáticos? ¿Qué conque destruya esta ley nuestra futura población, y embarace la ilustración que adquiriríamos en pocos años, a sobra de la tolerancia religiosa? Y por último, ¿qué conque tal vez por esta intolerancia rehuse reconocer nuestra Independencia Inglaterra, ni entablar con nosotros relaciones de alianza y amistad? Nada importa todo esto; aunque seamos ignorants y pobres, aunque nos expongamos a volver a caer en las garras del león de Iberia, y aunque todo se pierda, todo se debe posponer al bien de nuestra alma, porque, ¿qué le aprovecha al hombre ser dueño del universo, si pierde su alma? Quid prodest homini?, etcétera. Lo primero es lo primero, y esto consiste en buscar el reino de Dios, seguros de que todo lo demás se nos dará de ribete. Quaerite primum regnum Dei, etcétera, pues más vale entrar al cielo cojos, tuertos, mancos, tontos, pobres y esclavos, que al infierno buenos y sanos, instruidos y libres. Todo cuanto nos escandalice debemos arrojarlo lejos de nosotros, aunque sean nuestros ojos, pies o manos; y así, cuando nos escandalizan los extranjeros por el diverso modo con que rinden sus homenajes al Ser Supremo, debemos echarlos lejos de nosotros, y esto se consigue en paz con la ley citada, pues para el caso, lo mismo es echarlos fuera de casa que ponerles una tranca para que no entren. Peor fuera echarlos de este mundo, como aquel católico romano echó al pobre zapatero porque no se hincó en su puerta al pasar el Viático.
"Lo mejor es ser intolerantes de remate y quitarnos de historias. Otro padrecito exigió a los extranjeros sus fes de bautismo, y no sé qué otras informaciones. Hizo muy bien; y yo de diputada no me contento con eso, sino que a los ingleses, hebreos y turcos, además de la fe de bautismo y la Bula de Cruzada, les exijo las cédulas del cumplimiento de Iglesia, que las presentarán muy curiosas estos señores.
"Otro padrecito escribió mucho y habló más contra los masones, ofreciendo exterminarlos, o a lo menos perseguirlos; yo no he sabido el resultado de esa persecución.

[Tomado de José Jaquín Fernández de Lizardi, Obras XIII. Folletos (1824-1827), recopilación de M. R. Palazón Mayoral e I. I. Fernández Arias. UNAM, 1995. Pueden ojearlo aquí]

miércoles, 6 de octubre de 2010

Anita la tamalera ha dado en ser diputada (1/4)

Carta primera a El Pensador Mexicano

Señor pensador: como usted suele meterse a desfacedor de agravios y nosotras las mujeres le merecemos tantos miramientos, que aún en el año [1]821 imprimió la especie de que debíamos y podíamos ser diputadas a Cortes, lo mismo que los hombres, por lo que un fraile, que Dios lo perdone, quiso trabar con usted una disputa muy formal, asegurando que no somos ciudadanas, he resuelto valerme de usted, dirigiéndole mi presente discurso para que ponga en conocimiento del público, a fin de que las materias que incluye se ventilen con la detención y madurez que exige su importancia. Vamos al negocio
Sabrá usted que con motivo de las últimas pasadas elecciones, y las próximas que se esperan para diputados y senadores, estoy que me como los dedos, uno tras otro, por ser diputada o senadora; y si esto consistiera solamente en ser masona, yorquina o escocesa, lo fuera yo de mil amores por tal de hablar con garbo en el salón de la Cámara a que perteneciera, por dictar leyes, aunque fueran fanáticas, gravosas o ridículas, por tener ocho pesos y tomines diarios de renta con qué mantenerme; pues le aseguro a usted, señor Pensador, que ya no me la puedo acabar con tanta pobreza; ya se ve, está el tiempo perdido, y los malditos hombres ya no quieren comer tamales si no se los dan grandes, buenos y baratos; con esto me hallo aburrida con mi oficio, y quisiera quitarme de tamalera; pero no lo hago porque entonces me expongo a morir de hambre, pues no tengo más protección ni arbitrio sino mantenerme de mi trabajo.
Conociendo que comer a cuenta de otro, sin trabajar, es una grande habilidad y conveniencia, y advirtiendo que para ser diputados fanáticos y del montón no se necesita ni ilustración, ni patriotismo, ni elocuencia, sino buenas posaderas para oprimir las sillas, y manos largas para apañar discientos y cincuenta duros cada mes, quisiera que a las pobres mujeres se nos levantara ese entredicho injusto, que ustedes los hombres nos han echado encima, dejándonos en paralelo con vosotros.
No, no se ría usted, yo creo que mil de nosotras hubiéramos desempeñado mejor el cargo de diputados que mil de ustedes, por lo menos, no hubiéramos estado calladas dos años, pues si hablamos tanto de balde, ¿qué hiciéramos si nos pagaran por hablar?

[Tomado de José Jaquín Fernández de Lizardi, Obras XIII. Folletos (1824-1827), recopilación de M. R. Palazón Mayoral e I. I. Fernández Arias. UNAM, 1995. Pueden ojearlo aquí]

martes, 28 de septiembre de 2010

¿Quién es Anita la Tamalera?

Anita la Tamalera, de quien no se conocen los apellidos, vio la luz (pública) el 5 de septiembre de 1826, martes, por más señas: el más guerrero y aciago de los días de la semana. Ya lo dice la conseja popular: "En martes ni te cases ni te embarques".
Pues a Anita la Tamalera se le ocurruió, precisamente en martes, darse a conocer con una carta a José Joaquín fernández de Lizardi, "El Pensador Mexicano" por mal nombre. Y ahora, otra vez en martes, se le ocurre volver a las andadas 184 años y 23 días después. ¡Hay que ver con la tal!
Una vez despachado este preámbulo, veamos qué nos dice la tamalera que quiso ser diputada.
¡Salud, señores (y señoras) míos!